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domingo, 6 de junio de 2010
Maria-Montez
María Montez
Una Estrella Dominicana
1912 - 1951
"Esta mujer dominicana esta considerada por los mas famosos críticos de cine mundial,
como la mujer mas bella que ha tenido la industria del cine en toda su historia
Biografia
ALTURA:
5 Pies 7 Pulgadas
MEDIDAS:
36 (busto) y 36 ½ (cadera), pesaba 125 libras, por esto mereció el calificativo de la Sirena de Hollywood.
Nació en Barahona, hija del señor Isidoro Gracia García, español, y Regla Teresa María Vidal, oriunda de Baní, el día 6 de Junio de 1912. Llamada María Africa por su padre en homenaje a su tierra natal, la Isla de la Palma (una de las Islas Canarias), que aunque pertenezca a España está localizada en el continente africano.
Su padre se dedicó a la exportación de madera, específicamente guayacán (lignum vitae) y también a la venta de tejidos, aparte de poseer los títulos de Vicecónsul Honorario de España.
Fue la segunda hija de una prole de 10 (Isidoro, Aquilino, Joaquín, David, Ada, Consuelo, Luz, Luis, Jaime y Teresita), procreada por los esposos Gracia-Vidal. Desde muy pequeña mostró inclinación por el cine y se esmeró en el aprendizaje del idioma inglés (que estudió sin maestro) escuchando canciones y leyendo revistas norte-americanas; y con la lectura de periódicos y revistas, fue cultivando su intelecto, pese a que sólo estudió hasta el octavo grado de la que era entonces la educación primaria.
Sobre su infancia a María le gustaba contar que ella tenía la responsabilidad de cuidar a su hermanita Lucita, lo cual le impedía a veces, ocupar la posición de pitcher en el equipo de beisbol de sus hermanos. Hasta que un día descubrió que si soplaba, suavemente los ojos de la pequeña conseguía que se durmiera y ella quedaba en libertad de irse a jugar beisbol con sus hermanos, bajo el ardiente sol tropical de Barahona.
Cuando a sus contempóraneos de Barahona le preguntaban que opinaban sobre que su María Africa se convirtiera en actriz, ellos solían decir: "Ella nació con esa vocación."
Sus vecinos de Barahona comentaban que de pequeña, en vez de jugar a las muñecas, creaba su propio escenario tendiendo una gran sábana blanca de una pared a otra, de su casa, que era tenuemente iluminada con una lámpara de gas.
Explicaba sus clases en el colegio como si estuviera frente a un público, haciendo gestos con las manos y el rostro. Muchos la recordaban como una niña feliz con mucha imaginación.
Contrajo matrimonio dos veces. La primera en su pueblo natal con el banquero irlandés William McFeeters, el 28 de noviembre de 1932, que era el representante en Barahona del First National City Bank of New York y con quien estuvo casada casi siete años, hasta su partida a Nueva York.
Su primer trabajo en New York fue posar para la portada de una revista por la suma de US$50.
McCleland Bracly, famoso pintor neoyorkino, la conoció a través de la prensa. Desde entonces comprendió que nadie encarnaría mejor que ella el prototipo de la mujer cosmopolita, cuyas características raciales no son específicas de ninguna región del mundo en particular. Así él no tuvo que superponer distintos tipos raciales para ejecutar su obra de arte.
A la develización del cuadro de Barclay, siguió una repentina avalancha de ilustradores, fotógrafos y agencias de modelaje. Todos con estupendas ofertas para la escultural dama que no era tan joven como aparentaba. Según el original de su acta de nacimiento cuando llegó a New York, el 3 de julio de 1939, tenía 27 años y no 19, como dicen algunos libros de cine.
El éxito alcanzado es sólo relativo. La primera en reconocerlo es ella misma.
María recibe una llamada de parte de uno de sus informantes, para comunicarle que el señor George Schaeffer, importante ejecutivo de la RKO, se hallaba en la ciudad y almorzaría en el Restaurant 21. Montez llega con mucha anticipación al restaurante, muy bien vestida, en compañía de su agente Louis Schurr.
Ella se acogió a su acostumbrado acto coquetil, sonriendo bellamente, ladeando la cabeza retozona, y riendo alegremente. Al efectuar su pedido al camaremo, Schaeffer, no pudo evitar el observar su acentuada belleza extranjera, y pronto envió una tarjeta de negocios a su mesa.
Luego el empresario preguntó a la joven si aceptaría someterse a unas pruebas de cine. Ella exclamó: ¡Películas! ¿Qué daño pueden hacerme.
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